“Si lloras por haber perdido el sol, las lágrimas no te permitirán ver las estrellas”
Anónimo
Según los adolescentes.
¿Tus padres están juntos o separados? ¿Cómo crees que eso ha marcado tu estilo de vida?
*Mis papás están juntos y se llevan bien. Que ellos tengan una relación estable me volvió una persona más madura.
* Mis padres están juntos y se llevan muy bien, y ello me ha dado una buena concepción de familia y me ha convertido en una persona muy feliz.
*Mis padres están separados y se llevan muy mal. Me marcó de una manera muy notoria. Al ser repentina su separación, cambié mi forma de actuar y me volví más maduro, ya que afrontar algo así no es cosa fácil.
*Mis padres están separados, pero se llevan bien, por lo que tampoco fue algo que provocase un cambio en mi estilo de vida, ya que no están juntos desde que yo era muy pequeña, pero eso sí, soy más independiente a lo que sería con padres casados o juntos
*Mis padres están separados, pero se llevan bien y no fue tan fuerte ya que me lo esperaba, pero no cambió mucho mi estilo de vida.
*Mis padres están separados y depende de la ocasión es cómo se llevan. Su ruptura me hizo ser más independiente, creo que maduré y hoy tengo otra concepción de la familia.
*Mis padres están juntos y se llevan muy bien. Que ellos tengan ese tipo de relación ha significado mucho, porque para mi aprendizaje y educación he tenido una figura paterna y materna muy presentes.
*Mis padres están separados y se llevan mal. Que ellos hayan finalizado su relación cambió mi manera de pensar acerca de las mujeres, ya que ahora las trato mejor y nunca sería infiel, porque mi papá engañó a mi mamá.
*Mis padres están separados y se llevan regular. Marcó mucho mi estilo de vida, me volví más sentimental y me surgió una depresión. Cambió mi concepción de familia.
*Mis padres están juntos y se llevan bien. Aquello me ha convertido en una persona feliz, con un buen concepto de familia.
*Mis padres están juntos y se llevan bien. No ha sido una gran marca, pero si bien es cierto que tengo una concepción diferente de familia en comparación con la de mis amigos, los cuales tienen a sus padres separados.
*Mis padres están juntos y se llevan bien, pero aquello no me ha marcado en nada la vida.
Según sicólogos
¿Qué diferencia a un niño con padres separados de uno con padres unidos? ¿Su concepción cambia?
*Sin duda que la diferencia se observa en algunos puntos de importancia, como lo es el cambio de forma en la cual deben procesar ciertas instancias en su vida, el afecto emocional familiar que es irremplazable (no en su concepción clásica de familia, sino como concepción de lo que es una familia con figuras parentales de cada sexo). No es una obligación pensar que la identificación no puede ocurrir si falta una figura significativa de cada sexo, pero genera movimiento de procesos del desarrollo en forma diversa si esto ocurre en forma distinta (al fin, se logra igual, pero de forma distinta). La relación, la confusión de roles y de lugares, la inestabilidad emocional pueden ser factores que aparezcan en los distintos niños que poseen padres separados, pero esto es relativo a la forma cómo se relacionan éstos con los niños y cómo ellos acogen la relación.
Historia
Era lunes en la mañana. Me levanté caminando casi como un zombie al baño con todo el pelo revuelto, para luego salir mucho más aceptable.
Desayuné rápidamente y me dirigí al colegio, al igual que todos los días, caminando.
Al llegar el momento del recreo volví a sentir lo mismo que los últimos meses: soledad y me sentí marginada. Sentada en donde estaba podía notar que todo a mi alrededor seguía igual que siempre. Mi soledad no significaba mucho para ninguno de mis compañeros o familiares, pero esta soledad me daba mucho tiempo para pensar.
El día estuvo muy tranquilo, pero al llegar el final del día sentí lo mismo que todos los días, angustia. Desde que me peleé con Catalina, con mi madre nos peleamos siempre, y eso no es para nada entretenido.
En el momento de volver a mi casa tomé un desvío y me dirigí a un parque que quedaba de camino. Solía ir allí siempre de pequeña y mirar a las aves. También había una laguna en el centro del parque.
Sentí una brisa chocar contra mi rostro, lo que reconocí como algo familiar y reconfortante. Me senté en una banca cerca de la laguna y saqué unas galletas que había llevado como colación y las molí. Poco a poco las lancé a la laguna para que se acercasen los patitos.
De pronto una bicicleta pasó por mi lado sumamente rápido y levantó mucho polvo que provocaron que me atorase y me costara respirar.
-¿¡Cuál es tu problema!? Este es un parque, no una pista de carreras – grité unos cuantos tonos más altos que mi voz normal.
Y así, como si hubiese sido una película, entre la ola de polvo y contra la luz vi a la bicicleta acercarse lentamente.
No podía distinguir bien quién era, pero aparentemente me conocía. Cuando finalmente la tierra se volvió difusa y volvió a su lugar, el suelo, me di cuenta de quién era.
-Disculpa – dijo entretenido con una sonrisa burlona en el rostro.
Era Antonio.
-¿Qué haces aquí? – dije sorprendida, tan bajo que pareció un susurro, por lo que me aclaré la garganta.
- Vine a dar una vuelta – dijo pero noté que tras esas palabras había algo que estaba escondiendo.
-Si tan sólo viniste a dar una vuelta, ¿Por qué la velocidad? – recuperé mi voz normal y él notó que lo había descubierto.
- Emm, ¿practico para un torneo? – dijo más como pregunta que como afirmación.
-¿Me preguntas o lo estás afirmando? – dije para luego esbozar una sonrisa.
- ¿Nos podemos sentar mejor? – me dijo dándose por vencido.
Nos sentamos en la banca en donde había dejado mi mochila.
-Disculpa si me entrometo, pero tienes cara de afligido – dije ya sin poder evitar la pregunta.
-Está bien, no te preocupes, más bien me alegra encontrarme contigo – al decirlo mi corazón dio un vuelco – quería cobrarte la palabra.
-¿A qué te refieres? – pregunté y al instante me sonrojé sin razón aparente.
-Nadie aparte de ti conoce lo que me ocurre en estos momentos. Puede que te hayas enterado por equivocación, pero en fin, a veces es lindo tener alguien con quien hablar – dijo como sacándose un peso de encima.
Cambió de postura, ahora dirigiéndose hacia mí.
-Soy toda oídos – dije amablemente.
-Mis padres se están separando y es sumamente difícil. Tengo que escucharlos cada vez que se pelean y cuando por fin están separados, o me utilizan de mensajero o me cuentan sus problemas de tal manera que siento que no les intereso en lo absoluto. Por favor no le comentes esto a nadie. Ellos aún no quieren que nadie se entere hasta que el divorcio finalice.
-¿Por qué? – le pregunté.
-Porque el grupo de familias en el cual mi padre se maneja, son muy conservadoras y como mi padre está firmando también nuevos contratos de su empresa con otros de sus contactos, cree que le quitaría prestigio un “escándalo familiar” como él suele llamarle.
Suspiró y dejó la vida puesta en un punto.
-Eso es – pensé la palabra para luego decir – ¡un asco! Odio cuando los adultos creen que tan sólo sus problemas importan y que los nuestros no.
-Pienso exactamente lo mismo – dijo resignado.
-Pero, ¿has hablado con ellos sobre lo que te molesta?
-Pensándolo bien, no mucho, no me dejan hablar tampoco, ya que al parecer de ellos los únicos que sufren con sus problemas son ellos.
Al decirlo me quedó mirando, pero yo tenía la misma mirada que él hace un instante.
-Disculpa si te incomodo con lo que digo, seguramente debes de tener mejores cosas que hacer – dijo y yo lo miré de tal forma que interrumpí su discurso.
-¡En lo absoluto! Yo si sé lo que se siente. Hay veces que lo único que necesito es hablar con alguien, pero bueno, la gran mayoría finge que sus vidas son perfectas – dije y suspiré.
Se quedó sin habla un momento
- No sé cómo lo haces, pero es como si leyeras mi mente, siento lo mismo. Desde que mis padres se separaron abrí más los ojos, como si todo ahora fuese real de algún modo.
- Me pasó lo mismo, pero no en relación al tema de mis padres – lo que estaba a punto de decir nunca se lo había contado a nadie – hace unos meses, mi mejor amiga de la infancia me traicionó y fue ahí donde yo empecé a cambiar, a dejar de ser tan dependiente e ingenua y buscar lo contrario. Fue ahí donde las peleas con mi mamá empezaron y no han parado hasta el día de hoy.
Al final de esa oración la voz me temblaba un poco, pero me aclaré la garganta y me limpié una lágrima que estaba a punto de salir.
- No entiendo, ¿Por qué empezaron las peleas con tu mamá?
-Principalmente porque cambié mi manera de actuar. - dije nerviosa.
-¿Qué empezaste a hacer, o en qué sentido cambiaste? – preguntó curioso.
-Me volví… ¿cómo decirlo? Más mala, un poco rebelde. Sé que no es lo correcto, pero es la única manera de demostrar que no soy como todos ellos esperan, la buena de la situación siempre – al decirlo hundí mi rostro entre mis manos.
-Pero, ¿cuál es el tema? ¿a quién le quieres demostrar que no eres siempre la “buena”? – dijo un tanto aturdido.
- No sé, a mí – dije un tanto exaltada – siempre sentí como si no perteneciese a ningún lado. Está bien, la pasaba genial con Catalina, pero no me sentía yo misma, y finalmente dejamos nuestra amistad de lado y por lo general me siento sola luego de ello, sé que no estoy engañando a nadie pretendiendo ser alguien que en realidad no soy.
- Espera, ¿sola? – dijo sorprendido.
- Sí, sola. Mis recreos y tardes son básicamente entretenerme conmigo misma. Me invitan a fiestas, pero cuando voy me siento fuera de lugar. No soy tan buena ahora a como solía serlo, pero quizás así logre tener a mi alrededor a gente que me acepte tal como soy.
Antonio me miraba, pero no con pena, sino como si me entendiese.
-¿Qué fue lo que te hizo tu amiga? – preguntó preocupado.
-Preferiría contarte eso en otro momento, no quiero que esta conversación se ponga aún más sentimental – al decirlo él sonrió al igual que yo.
-Te propongo algo, más bien quiero darte un consejo. – dijo amable. – No te comportes como algo que no eres, pero la idea tampoco es que alejes a las personas de tu alrededor.
Si cualquier persona a mi alrededor me hubiese dicho algo semejante hubiese reaccionado de una manera explosiva, gritándole que no me conocía, pero en cambio, la forma en la cual lo dijo, me hizo notar que estaba en lo cierto.
Yo asentí.
- Entonces para cambiar un poco el tema, claro, si no te molesta ¿te gustaría salir conmigo el viernes? Me gustaría mostrarte algo. – dijo un tanto nervioso y ansioso.
-Está bien.-respondí.
-Si necesitas ayuda con tu mamá, soy bueno aconsejando. Gracias por escucharme también.
- Si tu necesitas ayuda respecto a tus padres, digo exactamente lo mismo. – le sonreí coqueta y al instante me pregunté ¿Por qué le estoy coqueteando? ¿Por qué mis manos sudan y mi corazón late tan rápido como las alas de cien colibríes volando?
Nos despedimos y me fui a mi casa preguntándome lo mismo casi todo el tiempo.
No podía creerlo, era la primera vez que me había sincerado con alguien y a pesar que no le conté todo, por primera vez me había sentido en el lugar correcto en el momento correcto.
¿Quién iba a imaginarse que gracias a que sin querer escuchase una conversación por accidente íbamos a empezar a conocernos y a entendernos bien?
Me fui un tanto embobada a mi casa ¿Embobada? No sé claramente por qué, pero la sensación era … agradable.
Al llegar salté de mi fantasía a la triste realidad… problemas con mi mamá.
Estaba sentada en la mesa esperándome y por su postura al parecer me iba a dar otra de sus interminables charlas.
-¿Por qué tardaste tanto? – preguntó molesta.
-Fui a dar una vuelta al parque – miré la hora y noté que llevaba más de una hora de retraso.
-Podrías avisar. – dijo cortante.
-Lo lamento, no fue mi intención.
Seguía de pie mientras ella me miraba fijamente.
Empecé a caminar hacia la escalera cuando mi madre me detuvo con :
-Abril, aún no he terminado de hablar contigo – me heló con su mirada, por lo que retrocedí y me senté enfrente de ella.
-¿Qué ocurre? – dije enfadada. No podía creer la forma en la cual ella había perdido la confianza en mí.
-¿Por qué tienes que responder tan mal siempre? – dijo más enojada que yo – Me tenías preocupada, ¿acaso no lo entiendes? Pensé que te había pasado algo malo, no conozco a la gente con la cual te juntas.
-¿Sabes algo? No sabes con quién me junto, porque estás tan preocupada pensando por qué cambié en vez de pensar o preguntarte por lo que estoy pasando actualmente. Te preocupas tanto de la imagen que proyecto que no te fijas o preocupas de mis necesidades. Me tienes castigada siempre, no me dejas juntarme con nadie y perdiste… perdiste la confianza en mí – las lágrimas comenzaron a desbordarse y a rodar por mis mejillas.
-¡Eso no es verdad! – dijo en un principio, pero luego se dio cuenta de lo triste que me encontraba – Tú nunca hablas conmigo sobre tus cosas, sólo te las guardas y yo no sé cómo ayudarte. – dijo ahora más calmada – Pero los problemas por los cuales estás pasando no justifican tu manera de comportarte.
-Siempre haces los mismo – dije mirando el piso – te preocupas de mis conductas, pero no de lo que las causan. ¿Te puedo decir algo? Estoy harta de que me trates mal porque he cambiado. Sé que no me comporto bien en muchas cosas, pero tú simplemente ves todo lo malo en mí y no eres capaz de ver las cosas que hago bien. – Las lágrimas continuaban cayendo.
En sus ojos podía notar que sabía que tenía razón.
-Siento cómo si no fueras la Abril que tuve entre mis brazos hace dieciséis años. Siento como si no fueras mi hija.
-¡No puedo creer que acabas de decir eso! – al decirlo salí corriendo por las escaleras hacia mi habitación.
Cerré la puerta con llave y las horas comenzaron a pasar.
Cuando dieron las 8, noté que mi papá había llegado a la casa.
Apoyé mi oreja en la puerta para escuchar, pero al notar que no entraba sonido alguno, entreabrí la puerta.
-¿Cómo ha estado tu día? – le preguntó mi mamá a mi papá.
-Me he cansado un poco, pero todo bien. – dijo mi padre un tanto alegre.
-Que bueno – dijo mi madre un tanto agotada.
- ¿Qué te ocurre? – le preguntó tiernamente mi padre a mi madre.
-Peleé otra vez con Abril – le dijo mi madre un tanto ¿avergonzada?
-¿Dónde está? – preguntó mi padre.
- En su habitación.
Escuché el sonido de sus pisadas en la escalera. Volví a tirarme encima de mi cama.
-¿Abril? – preguntó mi padre encendiendo la luz de mi pieza de manera dulce.
Se acercó al borde de mi cama y se sentó.
-¿Qué ocurrió hoy con tu madre?
Lo miré y me acurruqué en su regazo.
-Llegué un poco más tarde del colegio hoy, y para cuando llegué mi madre estaba esperándome enojada.
- ¿Por qué llegaste un poco más tarde? –preguntó comprensivo.
-Fui a dar una vuelta al parque al que solías llevarme de pequeña, cuando me encontré con un chico que se está volviendo mi amigo.
En un momento mi padre se enderezó, como el típico padre celoso, luego inspiró profundamente y dijo:
-Me parece genial que estés haciendo nuevas amistades. – dijo un tanto celoso pero alegre en el fondo – pero ¿por qué es que estás tan triste?
- Mi madre – inspiré profundamente – no me entiende y aparte de eso, me dijo que sentía como si yo no fuese su hija.- se me quebró la voz.
Mi padre me abrazó y me acarició el cabello.
-Voy a hablar con tu madre. Cualquier problema tú me avisas. – Besó mi frente y se dirigió hacia la puerta.
-Papá – le dije antes de que se retirara. – Me das permiso para salir con mi amigo el viernes, acuérdate que estoy castigada.
- Claro – me dedicó una sonrisa.
-Te quiero papá y si me disculpan, no tengo mucho apetito – mentí, pero tan sólo no quería ver a mi madre por el momento.
- Está bien. – al decirlo cerró la puerta tras de sí.
Saqué un poco de dinero que tenía guardado, me cambié de atuendo y bajé por el árbol en busca de un local de comida rápida.