martes, 17 de abril de 2012

Capítulo 4

“Todos marchamos descarriados; el menos imprudente es aquél que más pronto llega a arrepentirse.”

Voltaire, Nanine, act. II, esc. 10.

Según sicólogos

¿En qué ambiente es más probable que un niño madure más rápido?

El concepto de maduración en sí mismo es ambiguo, y suele asociarse a factores biológicos en forma más categórica. En términos del sentido común, o bajo algunas teorías del desarrollo humano, se podría lograr esta “maduración” cumpliéndose características como un apego seguro por parte de los padres, contención emocional, posibilidades de expresión de las emociones, puesta clara de límites y enseñanza de las fortalezas y debilidades accesibles, apoyo académico y sostén familiar. (Respuesta de forma simplificada, pero que es mucho más compleja que la definición misma).

¿Cómo se pueden solucionar estos problemas?

Generando un ambiente estable en la dinámica familiar, que mantenga elementos emociones, afectivos y de apoyo constante, con comunicación directa y fluida entre los miembros familiares, enseñando desde los límites claros de las relaciones internas y valorando las conductas aceptables que el niño desarrolle durante su crianza.

Historia

Caminé hasta el local de comida rápida más cercano.

Hace mucho que no comía chatarra, por lo cual fue entretenido volver a hacerlo.

Me senté en una mesa en el segundo piso del local al lado de la ventana.

Pedí unas papas grandes, una bebida y una hamburguesa. Desde donde estaba podía ver a la gente pasar. Algunos gordos, otros flacos, altos y bajos, pero todos unidos por un mismo objetivo, conseguir el mismo tipo de comida. Me reí sola de mi propio razonamiento.

De pronto vi entrar a Catalina con Sebastián. Los vellos se me erizaron y me puse a rezar para que no subieran, pero todo fue en vano.

Catalina es un tanto más alta que yo, delgada y de pelo de color castaño claro con rulos y con ojos de color marrón que producía que sus largas pestañas enmarcaran sus ojos dándoles profundidad.

En realidad yo encontraba que ella era más bonita que yo, ya que se maquillaba más y se preocupaba más de su apariencia.

Estaban sumidos en su mundo, por lo que no notaban mi presencia. Me puse la capucha de mi polerón por si llegaban a mirar hacia la ventana.

Tres meses atrás

Estaba tan feliz. Por fin había conseguido una cita con el chico que me gustaba, Sebastián. La única que lo sabía era, obviamente, mi mejor amiga Catalina.

Últimamente con ella estábamos un poco distanciadas, pero nuestra amistad era más fuerte que nuestras diferencias.

Volviendo al otro tema, al parecer él había demostrado cierto interés en mí.

Era un año más grande que yo, alto, moreno de ojos color verde. Tocaba la guitarra en una banda y tenía bajo perfil dentro del colegio. Su padre era arquitecto y su madre maestra en la universidad.

La única razón por la que sabía todas estas cosas es porque mi hermana María me las había contado, ya que era su compañera.

Dentro de mi burbuja de felicidad giré en la esquina y vi algo horrible.

Catalina estaba besando a Sebastián. Sentí como si las lágrimas no pudiesen parar de caer, pero en cambio mi rostro estaba seco. Estaba en shock.

A Catalina le contaba todas mis cosas, y ella me había traicionado.

Cuando el beso cesó, Catalina abrió los ojos y me vio parada en la esquina, lo único que hizo fue mirarme burlona y besarlo nuevamente.

Yo le había confiado mi mayor secreto y ella me había apuñalado por la espalda.

Y él era peor. Estaba jugando a dos puntas.

Simplemente no era el chico para mí, pero aquel sentimiento no me calmó en lo absoluto.

Nunca más… No volvería a ser la de antes ni miraré hacia atrás.

Dejé que las lágrimas cubrieran mi rostro por unos instantes, para luego secarlas sin dejar huella.

Ser “LA BUENITA” no me sirvió de nada, entonces ¿Para qué seguir intentando ser algo que los demás esperaban de mí?

Siempre me sentí como una extraña, pero me di cuenta de que ése no era el lugar ni el grupo al que pertenecía.

Me puse a correr.

Quería estar sola, en un lugar donde los problemas simplemente no me alcanzaran.

Demostraría que no soy quien ellos piensan, ya lo verían.

Si ellos creían que me conocían estaban equivocados. Si creían que podían pasarme a llevar de aquella forma no estaban en lo cierto.

Le mandé un mensaje de texto a Sebastián cancelando para el viernes y al llegar a mi casa los eliminé a ambos de mi lista de contactos.

Fin del Recuerdo

Al terminar de comer tomé mi bandeja y tiré todos los restos a la basura.

Cuando pensé que ya había escapado del todo, sin querer golpeé un silla y esta se desplomó en el suelo, por lo que capté la mirada de todos los presentes. Yo y mis torpes pies.

La levanté lo más rápido que pude, pero fue inevitable, me habían visto.

Él por un lado me miró igual que siempre que me lo topaba en el colegio, avergonzado. Ella, por el otro, burlona y soltando una carcajada.

Luego de lo ocurrido Sebastián intentó hablar conmigo en repetidas ocasiones, pero él simplemente no valía mi tiempo.

Puede que la que esté ahora sola y sin amigos sea yo, pero como se dice, más vale estar sola que mal acompañada.

Quizás en estos momentos yo no tenía a nadie fuera de mi familia, o quizás tenía problemas con mi madre y estaba castigada casi siempre por lo que no tenía vida social, pero tenía algo más importante, dignidad, valores y no había traicionado a nadie.

Puede que yo haya cambiado mis actitudes, pero tan sólo estoy demostrando quién soy en realidad sin engañar a nadie, y en algún momento mi madre tendrá que aceptarlo.

La risa de Catalina no cesaba. Me dio rabia y tan sólo entonces pude notar que estaba parada inmóvil al borde de la escalera.

Me acerqué a su mesa y ella me miró aterrada y él con un sentimiento de culpa.

-Linda, ¿te pasa algo? – pregunté sarcástica.

En su mirada pude ver el terror, pero al instante se recompuso.

-No, pero al parecer tus pies están un tanto desorientados – me dijo burlona.

- Tienes una mugre en el diente – dije ignorando su comentario y ella avergonzada se tapó la boca.

-¿No tienes nada mejor que hacer? ¿No estabas castigada de por vida? – dijo riéndose con la boca tapada.

-Mmm, tienes razón tengo mejores cosas que hacer. Que disfruten la comida – dije guiñándoles un ojo y retirándome camino a mi casa.

Cuando subí por mi balcón noté que de la pieza de mis padres salían unos gritos. Estaban peleando y todo era por mi culpa.

Todavía estaba furiosa con mi madre. En realidad estaba sumamente triste, porque sabía que la había decepcionado.

-¡No puedes tratarla de esa forma, es tan sólo una niña! – le gritaba furioso mi padre a mi madre.

Me dirigí silenciosamente hacia la pieza de mi hermana, la cual tenía sus audífonos puestos para no escuchar los gritos.

Volví a mi pieza y seguí escuchando.

-¡Ella es la que se comportó mal, no yo!¡Yo soy su madre y debe de respetarme! – dijo mi mamá.

-¡Te estás comportando como una niña!¡Deberías de intentar comprenderla! – dijo mi padre.

A mis padres nunca les conté la historia de por qué con Catalina habíamos dejado de ser amigas, ellos sólo sabían que yo me había quedado en parte, sola. Pensaban que simplemente habíamos tenido una pelea, pero no que me había traicionado con algo como lo que había hecho.

Yo creo que no se los dije porque me sentí humillada y no quería que ellos me viesen con lástima.

-¡¿COMPRENDERLA?! ¡Ja! Eso es lo que he intentado desde que ha empezado a volverse una niña rebelde. ¡Pensaba que estabas de mi lado! – aquellas palabras me hirieron profundamente.

-¡Acá no hay un lado! ¡ENTIÉNDELO! Ella es nuestra hija y lo único que necesita es comprensión, y ¿qué haces tú? La atacas. Ella no confía en ti, y es por eso que no nos cuenta lo que le sucede – dijo muy enfadado.

No lo pude soportar más, que ellos peleasen por mi culpa se sentía fatal.

Me armé de valor y entré a su pieza. Ambos me miraron atónitos.

-Por favor, no peleen por mi culpa – lo dije tan bajo que pareció un susurro ante sus gritos desenfrenados.

-Hija, en verdad no fue mi intención que tú escucharas esto – dijo mi padre acercándose un paso a mí.

- Tranquilo, pero sólo quiero que no peleen más, sé que soy una mala hija, y que mamá no me quiere tanto como antes, pero ustedes no tienen por qué cargar con mis problemas, en verdad discúlpenme por ser la causante de sus peleas – dije con un nudo en la garganta.

Me dirigí a mi pieza cuando escuché que alguien llamaba a ella. Por un momento pensé que era mi padre, pero no, era mi madre.

-Hija lo siento tanto, no quería decir lo que dije hoy. – dijo con lágrimas en los ojos.

Yo tan sólo la escuché.

-Pero es que tú no sabes cuan preocupada estaba, pensé que no llegarías, que quizás te habías fugado o peor. –tomó una bocanada de aire - ¿Recuerdas cuando eras pequeña y me contabas todo? Bueno, ahora siento que tú ya no quieres ser mi amiga, o contarme lo que sea. No sé por lo que estás pasando y me encantaría poder comprenderte, pero si callas todo es más difícil.

Y ahí fue cuando le conté todo lo sucedido con Catalina. Le conté todo sin filtro y ambas lloramos.

Me pidió disculpas por hacerme sentir que ya no me quería e inclusive me levantó el castigo. Todo volvería ser como antes, o por lo menos en mi casa.

Por primera vez en meses pude dormir tranquila luego de abrazar a mi madre y a mi padre para la buenas noches, luego de mucho tiempo.

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